lunes, 22 de febrero de 2010

ÁGUILAS - GRANADA CF (1-2)

Gana al colista tras controlar el primer tiempo y enmarañarse con un error del meta José Juan 
 
Un deslumbre de José Juan y una posterior catarata de desatinos de cara a la portería contraria motivaron que el Granada se angustiara en un partido que ganó a domicilio al colista, pero en el que nunca debió sufrir. Rompió el estigma de la derrota lejos de Los Cármenes tras una primera parte de fructífera concentración y una segunda mitad nerviosa en la que tenía que haber goleado con algo más de puntería. Llegó al descanso con un apacible 0-2 pero las dudas le alcanzaron cuando su portero quedó cegado por el sol en un balón bombeado, al poco de la reanudación. Metió incertidumbre a un encuentro prácticamente finiquitado de antemano.
El cuero se le escurrió en vuelo y puso en franquía a Azpilicueta para que recortara distancias. Chocante que le suceda eso al meta local el año pasado, bajo unas condiciones lumínicas para las que no necesitaba advertencia. Había quedado claro que el Águilas sólo podía coger aire con un regalo, pues antes apenas había silbado desde la distancia, con un Sívori que todavía incordia, pero cada vez menos. Al musculoso once de Tomé le sacudió un cierto tembleque y su férrea organización se agrietó. Contestó con innumerables llegadas pero tuvo el horizonte nublado. De un posible marcador amplio quedó relegado a las pérdidas de tiempo en una esquina en el lapso final. Ante tanta pifia, recurrió a un recurso cicatero pero eficaz.
La presión sobre el entrenador era máxima y Tomé efectuó una transformación radical en su planteamiento, con acumulación de hombres de perfil guerrero, salpicados por la velocidad de Collantes y Felipe. Un once quizás menos político y más práctico. Lucena se situó de eslabón en la media, escoltado por dos fajadores como Kitoko y Jonathan Granada. Bajo la dirección del granadino afloró la necesaria impresión de conjunto que demandan los partidos en campos menudos. Sin florituras en el juego, pero con gran tensión para presionar al rival y no descolocarse, los rojiblancos atravesaron los primeros compases sin apuros, progresando poco a poco en el capítulo ofensivo. Alguna ronda al cuadrilátero de Javi Soto constataba la fragilidad del Águilas y esas lagunas se apreciaron en el primer gol. Amaya botó una falta desde un costado y el balón salió rebotado en un barullo hacia la ubicación de Collantes, caído ligeramente a la derecha. Centró sin preámbulos y Lucena cabeceó a la red libre de marca, con tres zagueros absortos.
El tanto sacó del muermo al Águilas, que pilló un par de veces a contrapié al Granada y a punto estuvo de empatar, pero carece de ese gran realizador ante la irremediable caducidad de Sívori. La vulnerabilidad local se evidenció en una pérdida en el centro del campo, que atrapó Collantes. El atacante enfiló la meta con un defensa cercándole. Pisó la bola y osciló hasta caer sin el mínimo empuje en el área. El árbitro señaló un penalti que no fue, pero Tariq lo aprovechó para aumentar su cuenta de cara al pichichi y festejar con júbilo ante su antigua afición. La hinchada local respondió con fuertes reproches su actitud y a partir de ahí chifló todas sus intervenciones. Pareció amedrentarse hasta el punto de que no lanzó un segundo penalti en el acto final, que erraría Lucena.
Este detalle ocurrió en una segunda parte abierta con el grave fallo de José Juan. Tanto importunó el gol de Azpilicueta que el orden rojiblanco se hizo caos en un pispás. Jonathan Granada, disciplinado hasta el momento tanto en defensa como en ataque, se ausentó convertido en un improvisado palomero. Lucena y Kitoko, acarreando sendas amarillas, no daban abasto para frenar a un desbocado Águilas, más activo que peligroso en ataque. El Granada se recompuso en esa fase de desconcierto y pisó el cerco del meta Soto con enormes oportunidades. Lucena parecía Frank Lampard con sus incontables apariciones en el área, pero desperdició todas las opciones, las más y las menos favorables.
Siete ocasiones se sucedieron, todas con marchamo de gol, con un par de tiros al palo de por medio. El Águilas no cedía pero era el propio Granada quien obsequiaba con otra chufla, en una falta de entendimiento de Mainz con José Juan, que el defensa casi cabecea por error a la red propia.
El centro del campo pedía a gritos un bombero y Tomé reaccionó, con cierto retraso, con el ingreso de Cámara. El madrileño aportó las soluciones adecuadas. Redujo las revoluciones, recuperó balones importantes y manejó con inteligencia los acontecimientos, catapultando un ataque que pudo se decisivo. Un acción combinativa entre él, Felipe y Martín Ortega, que acabó con el último por la hierba en el rectángulo rival. Ésta sí fue una pena máxima, pero ni con esas lograron aumentar su ventaja.
Pena máxima marrada
Tariq pareció escurrir el bulto y dejó la responsabilidad en las botas de Lucena. Su tiro a un lateral no contaba con los reflejos de Soto. El rechace de Martín Ortega impactó en la cruceta. Parecía una quimera derrocar a este bajito pero ágil portero.
Martín Ortega, que había sustituido a un tocado Collantes, enfilaba la banda con mordiente y sirvió otro balón franco a Lucena, que volvió a desbaratar Soto. Nada surgía de la insistencia y los minutos finales llegaban para el Granada con cierta ansiedad. Para colmo, Kitoko hizo una prescindible entrada en una banda y vio su segunda amarilla. Tomé ordenó calma total desde el banquillo. Recurrió a Berrocal, que tuvo tiempo de marrar un remate y aguantar el esférico junto a un banderín. En la esquina murió un partido del que el Granada se va con vida en la caza del líder Melilla, con un modelo recomendable cuando es forastero, pero que tiene que afinar su mirilla.

Crónica de R.Lamelas para ideal.es
 

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