lunes, 25 de enero de 2010

Un final embarrado

SAN ROQUE - GRANADA CF (1-0) IDEAL.ES

Un partido en pleno barrizal acabó engullido por la negligencia de un árbitro que desmontó un buen resultado del Granada en los últimos diez minutos: el empate, el trofeo menor al que se agarraba con notable esfuerzo tras ver gran parte de la segunda parte con diez futbolistas. Empieza a acostumbrare el Granada a que los del silbato tengan una influencia decisiva en su contra. Un nuevo penalti injusto le salió al paso. Si el domingo pasado, ante el Sevilla Atlético, tuvieron tiempo de enmendar el castigo abusivo, ayer sólo quedó apenas un suspiro para lamentarse del punto perdido, premio que se había fraguado tras comprobar cómo Ighalo les abandonaba expulsado por una exaltación tonta. Los rojiblancos, en inferioridad, remaron con coordinación ante la tromba de agua y el empuje local. Cuando más firmes parecían, Rodríguez Ramos entró en una fase dislocada, en plena recta final. Fue más devastador que cualquier precipitación caída.

Las manos negras y las conspiraciones federativas suelen ser argumentos recurrentes en tiempos de daños de los jueces del fútbol. A veces, se convierten en coartadas oportunistas para esconder carencias de los propios equipos, juegos de artificio también de la prensa más forofa. Cuentan ciertos expertos de la aritmética que al final de temporada las cuentas casi cuadran entre beneficios y castigos arbitrales, por no que no conviene hacer tragedia de estos vaivenes. Pero la cuenta del Granada va a ser complicada de equilibrar. Todo lo contrario que la del San Roque, que ha concluido la mayoría de sus encuentros con superioridad numérica sobre el adversario, incluido el de su visita a Los Cármenes. Un equipo con perfil de Tercera prorrumpiendo entre los mejores. Algo extraño que despierta las sospechas.

Si no hay gato encerrado, desgraciadamente lo parece. La descripción de la jugada que terminó con el gol del pichichi Joaquín se convierte en un encadenado de burradas que nadie coherente puede comprender y echa más leña al fuego a las teorías que ven hilos en la penumbra que influyen en los resultados. A los rojiblancos nadie les puede negar la pelea en un choque que lo requería a machamartillo, pero les expoliaron sin remedio. O el árbitro actuó con premeditación o sufrió un colapso mental que le invalida para esta profesión. Uno quiere confiar en esto último, un trance momentáneo, por la salud de este deporte.

Dudas iniciales

Rodríguez Ramos hizo sonar su silbato en el minuto 84, pero nadie sabe muy bien por qué. Avanzaba Mainz con Joaquín, forcejeando desde fuera del área. En cuanto el delantero local pisó el área, se despegó para dejarse caer como muerto. El árbitro paró el juego y la impresión era que sancionaba el piscinazo del ariete. Instantes después, pareció señalar falta. Rubén, el lateral del Granada, le inquirió sobre el lugar, preocupado. «Fuera», detalló, según testimonio del jugador rojiblanco. Acto seguido, procedió a amonestar a Mainz. Era la segunda amarilla, por lo que lo expulsaba. Pasaron tres minutos entre pitos y flautas, en las que apuntó la incidencia. Cuando levantó la cabeza, vio a Joaquín con el balón plantado en el punto de penalti. Sin explicación alguna, cambió su determinación inicial y dio el placet para que lanzara desde un lugar que en ningún momento señaló.

El penalti cayó como una losa en las filas visitantes, pero las discutibles decisiones del trencilla habían comenzado en los minutos inmediatamente anteriores al lance. Una sucesión de faltas muy rigurosas habían comenzado a debilitar al Granada. Acto seguido a la pena máxima, quizás con la conciencia sucia al percatarse de su errónea actitud, expulsó al local Juanlu por un rifirrafe inexplicable. Un encuentro duro pero sin arrebatos violentos concluía con diez hombres en el bando de casa y nueve en el del Granada. Hasta Raúl, el portero, tuvo que subir a rematar los córner en la expiración del juego. Pura épica nada productiva.

La primera parte fue de pura adaptación mutua a un terreno inestable. El San Roque mejoró al Granada en rebotes sorpresivos y búsqueda ofensiva en los primeros compases, pero al situación se estabilizó con el paso de los minutos. La defensa, firme pese a la inquietud reinante con el bote del balón, achicó cuanto pudo. El centro del campo trató de nada en un pantano, encontrando una buena salida por la zona de Benítez, más trabajador que nunca, involucrado en las tareas de desgaste especialmente.

Ighalo se revolvía con astucia en la vanguardia, mucho más conectado que Tariq, al que sometieron como un saco de boxeo, cerrándole las vías. Sin embargo, el nigeriano fue capaz de crear una ocasión, con un tiro desde fuera del área. El San Roque llegaba fruto del balón parado, aunque no obligaba a grandes estiradas de Raúl.

Mejoría

El segundo acto trajo aún mejores sensaciones para el Granada. Benítez intentó con denuedo la consecución del gol directo desde el saque de esquina, ante lo que Isaac demostró ser todo un prodigio bajo palos. Los rojiblancos comenzaron a gobernar en la turbulencia y originaron la mejor opción propia con un centro de Benítez y un remate de Tariq, que le fue a las manos a Isacc. Ighalo había arrancado esa jugada, parecía espabilado en ataque, pero le dio un ataque infantil. Se enredó con un rival que le dio un golpe y respondió con un empujón. La roja fue el justo castigo a su irracionalidad. Nada se le puede reprochar en ese al árbitro.

Cuando todo apuntaba a un descalabro rojiblanco, tocado con un menos y con la energía malgastada, apareció la versión con más carácter de los de Tomé. Lejos de hundirse, amenazaron con el balón parado, gracias a Dani Benítez. El partido ganó en vértigo y obligó a Raúl a que se luciera. Salvó un tiro de falta de Añete y le blocó un remate a Villar que no cogió la puerta por poco.

El Granada saboreaba el punto tras el asedio pero llegaron esos diez minutos fatales, en los que todo se fue al garete, liderato incluido. Poco se puede objetar a la actitud rojiblanca. Sólo esperar que se disipen las dudas sobre la pulcritud de la competición. Hay mucho invertido para que lo marren los señores que antiguamente vestían de negro.

Crónica de R.Lamelas para Ideal.es

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