lunes, 18 de enero de 2010

GRANADA CF 2-1 SEVILLA ATL

JUSTICIA POÉTICA Y ANGUSTIOSA (Rafael Lamelas para IDEAL.es)


Un arbitraje nefasto inyectó emoción e incertidumbre a un partido desagradable, resuelto a favor del Granada en el último aliento, por la llamada justicia poética. Tariq marcó de penalti el gol decisivo que castigaba el fútbol ruin del Sevilla Atlético y que entusiasmaba a los rojiblancos, que jugaron mal pero al menos propusieron algo honesto. El filial, atípico por cicatero, sólo expuso obstáculos, pérdidas de tiempo, actitudes broncas y poca creatividad. Parecía un conjunto modesto tratando de mantener la categoría en la última jornada, más que un equipo de escuela que busca el protagonismo desde el balón, al margen de los sobresaltos clasificatorios.

El colegiado se llevó todo el foco, desinformado por sus asistentes en muchos momentos. Cobró tres penas máximas. La primera, en contra del Granada, fue injusta e hizo muchos daño a los locales. Anduvieron a remolque por un Sevilla que en vez de divertir con travesuras geniales se dedicó a meter un palo entre los radios de las ruedas rojiblancas y encima le funcionó durante casi 90 minutos. Peso ese antifútbol fue castigado como se merece, con una derrota en la postrimería, cuando más duele. Justicia poética, lo llaman en literatura. Ganan los buenos y ceden los malos, aunque sea con angustia. Fue un triunfo duro de masticar pero de digestión placentera. Son victorias rodeadas de un carácter simbólico importante. Nadie daba un euro ya por ella, por eso inocula una sobredosis de optimismo para próximas citas.

La propuesta del entrenador Diego Rodríguez deshonró a este deporte. Ni las bajas importantes -tres convocados con el primer equipo- ni el enorme respeto que genera el Granada en su estadio justifican que los cachorros sevillistas afronten un lance con la mera intención de destruir. Si quería salvar la goleada, lo consiguió. Pero no evitó las cabezas gachas y la humillación del que lo derrocha todo en la última manga. El llamado oficio en el fútbol es importante, pero no puede ser lo único. Es algo necesario que se adquiere con la experiencia competitiva, pero a ciertas edades tempranas hay que formar primeramente en otras direcciones más constructivas. Resulta triste ver a chavales talentosos relegados a balonazos y a especular con el reloj.

El Granada copió el planteamiento triunfador de Estepona, pero le faltó una pieza crucial. Los rojiblancos echaron de menos a Cámara, la brújula de este equipo. Kitoko debutó de salida en su lugar pero no cumplió ese papel. Dejó algún detalle interesante, pero todavía está sobrepasado por los acontecimientos. Tampoco pertenece a los centrocampistas de corte creativo. Es un batallador, con el depósito todavía justo. Le vino mal estrenarse en un partido tan hostil.

El Sevilla Atlético hostigó esa zona central, intentando torpedear allí donde veía alguna postura frágil. El balón le duraba poco y se alternaban las buenas salvadas con las pifias incomprensibles en el lado visitante. Situaciones que no aprovechaba el Granada, que no se sentía nada cómodo ante unos expeditivos muchachos, pero que al menos asumía la iniciativa.

La vuelta de Nyom

Nyom regresaba al flanco derecho y el descanso parece haberle sentado de maravilla. Voló por su banda y amargó a cuanto extremo amenazó su parcela. Incluido Ikechi, al que dieron rienda en la segunda parte. El aficionado tenía fresco en la memoria la espectacular actuación de este chico en la primera vuelta, donde volvió loco a Javi García. Pero Nyom está hecho de otra pasta. Ikechi pareció un gnomo a su lado. Sólo le encaró una vez. Le cerró todas las puertas. No lo intentó más.

Nyom, encima, galvanizó la jugada del primer gol. Centró con mucha intención hacia el corazón del área y el defensa Bernardo atajó el balón pero con la mala suerte de mandarlo a la red. El afortunado tanto quebraba el planteamiento conservador sevillista, que le obligaba a salir de la cueva. El árbitro iba a enjugar pronto su mal trago.

Los visitantes enviaron un balón a la espalda de la zaga rojiblanca, a un costado del área. Raúl corrió hacia el balón, con cierta ventaja sobre Javi Martínez. Se lanzó al césped justo antes de que el extremo contactara con el esférico. El meta estiró sus brazos y despejó el cuero a un lado, antes de que Martínez pudiera interferir. Fue un ajuste limpio, con contacto con el oponente claramente posterior. No para el árbitro, que señaló el punto fatídico. Javi Martínez aprovechó la concesión, marcó y lo celebró con chulería ante el público.

El giro de guión provocó confusión en el Granada. Ya antes aconteció una jugada en la que el colegiado había desquiciado a todos. Atacaban los rojiblancos y pitó algo. Al parecer, era libre indirecto a favor de los de casa, pero todos interpretaron fuera de juego. Los hombres del Granada se replegaron y sólo Tariq se percató de que el balón les beneficiaba. En vez de llamar a un compañero, lanzó a puerta. Al tocarla un jugador únicamente, el posible gol acabó siendo un saque de puerta, como indica el reglamento. Una explicación arbitral previa, en vez de la mera señalización con los brazos, habría resuelto este lío.

Con 1-1, el Granada puso las mejores intenciones, pero no alcanzaba la necesaria fluidez en los últimos metros. Se atormentaba en exceso con un trío arbitral alocado, con fueras de juego bastante dudosos y algunos balones fuera que cambiaban de poseedor sin motivo aparente. La temperatura del partido empezó a dispararse y desembocó en demasiadas patadas a destiempo, al límite del castigo.

Rombo

En la segunda parte, el Sevilla Atlético redobló esfuerzos para conservar el empate. Nunca dio la sensación de intentar agarrar algo más. Tanto Kitoko como Lucena, que vienen de periodos de ostracismo, parecían con la energía suficiente para encarar un choque de músculos tensos. Tomé pasó al rombo en el centro del campo con la incorporación de Joselu. Se acopló en la derecha y Felipe pasó a la mediapunta. Una subida por la banda del extremo granadino acabó con el segundo penalti. Retrasó el balón para Nyom, que centró a la cabeza de Ighalo. Su remate encontró el brazo de Bernardo, ligeramente despegado de su cuerpo. Tardó en reaccionar, pero el árbitro permitió la posibilidad de avanzar al Granada.

Para sorpresa general, Felipe erró con un tiro manso, que no fue ni a puerta. Se trataba de un fallo de los que deprimen. Óscar Pérez ocupó la plaza de Felipe y se retrasó más de la cuenta para dotar de sentido al hilado, pero demostró seguir en un limbo. Sin muchos argumentos para la esperanza, el Granada se quedaba apocado para jugadas de estrategia, que no salían bien.

A las puertas de la prolongación, el árbitro acabó de rizar el rizo. Un saque de esquina acabó en gol de Rubén, pero justo antes se le ocurrió que Adri hacía penalti a Tariq con un empujón, por lo que le expulsó. La conmoción recorría el campo ante el tercer penalti de la tarde. Tariq pidió lanzarlo. Quería la responsabilidad. Disparó con mucha potencia. Fue ajustado a una esquina. El gol trajo el éxtasis. El Granada conserva así el liderato. Las leyendas se escriben también con sufrimiento.

Ideal.es

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